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Alexandre de Vicente Ferraz

Coordinador del Programa Cooperativo en Silvicultura y Gestión del Instituto de Investigación y Estudios Forestales - PTSM/IPEF

OpCP71

El impacto de la calidad de las plántulas en una plantación forestal

Hablar de evaluar la calidad de las plántulas en los tiempos actuales puede ser algo desafiante. Con el mercado forestal en auge, la necesidad de ampliar el área plantada en un corto período de tiempo requiere que las empresas y los proveedores de servicios (por ejemplo, viveros de terceros) satisfagan rápidamente la demanda forestal.

Por esta y otras razones, en los medios forestales surgió no hace mucho una cierta preocupación por la escasez de plántulas en el mercado de los viveros, que hasta entonces había sufrido la falta de demanda y el aumento de los costos de producción. Los viveros que sobrevivieron a esta era de “vacas flacas” hoy se esfuerzan al máximo para satisfacer la alta demanda de sus clientes por plántulas, como el eucalipto.

Después de un análisis más profundo sobre el tema, a través de la evaluación corporativa realizado por el Programa Cooperativo de Silvicultura y Manejo del Instituto de Investigaciones y Estudios Forestales, se evidenció que esta “escasez de plántulas en el mercado” no está necesariamente ligada a la falta de plántulas en cantidad. El principal desafío de las empresas forestales hoy en día es satisfacer su demanda de plántulas con calidad suficiente para la siembra.

En la literatura especializada existen una serie de trabajos que establecieron criterios de evaluación y clasificación de plántulas de eucalipto, pino y especies nativas según los métodos de producción, como tipos de sustrato, tamaño del contenedor, profundidad de riego, etc. Desde la publicación del libro Producción y control de calidad de plántulas forestales, del profesor José Geraldo de Araújo Carneiro, los criterios utilizados para evaluar la calidad de las plántulas no han cambiado mucho con relación a la actualidad.

Entre estos criterios de evaluación, podemos destacar: diámetro mínimo del cuello; rango de altura óptimo; número de pares de hojas; coloración de hojas; lignificación del tallo; presencia de nuevas raíces activas; rectitud del tallo; y agregación del sustrato al sistema radicular.

Aunque existen peculiaridades atribuidas al tipo de especie, clon y método de propagación de las plántulas, podemos decir que una plántula de eucalipto de buena calidad tiene las siguientes características morfológicas: diámetro del tallo entre 2 y 4 milímetros; altura entre 25 y 35 centímetros; 4 a 6 pares de hojas; sin bifurcación; vástago recto y dispuesto a 90 grados con relación al plano transversal del tubo.

Un atributo que la mayoría de los viveristas han destacado al momento de evaluar la calidad de las plántulas es la presencia de raíces activas, las cuales comúnmente se identifican por su color blanquecino al sacar el sistema radicular de las plántulas del tubo, es decir al “desentubar” la plántula. Estas raíces aseguran la rápida expansión del sistema radicular inmediatamente después de la siembra, brindando las condiciones adecuadas para que la plántula acceda a un mayor volumen de suelo y, en consecuencia, a un mayor volumen de agua y nutrientes disponibles para su absorción.

La mayoría de las empresas del sector forestal tienen criterios bien establecidos para clasificar las plántulas, así como una variedad de agrupaciones según las operaciones y la cultura de la empresa. Por ejemplo, hay empresas que clasifican las plántulas en: A (ideal), B (intermedia), C (inmadura) y D (vieja o pasada), según una serie de criterios ya mencionados.

Gabriela Gonçalves Moreira, al evaluar la tasa de supervivencia y crecimiento de los árboles de eucalipto en función de la calidad de las plántulas, observó una serie de resultados relevantes que podrían impactar significativamente en el negocio forestal, tales como:

1) la disposición de plántulas fuera del estándar de calidad adecuado (ejemplo: plántulas tipo C) podría llegar al 16% de la producción total, es decir, en un vivero con una producción anual de 12 millones de plántulas, se descartarían 1,9 millones de plántulas por cambio año;
2) la tasa de supervivencia de las plántulas tipo C o D, después de la siembra, fue de un máximo de 92%, lo que terminó requiriendo la práctica de la resiembra (considerando una mortalidad máxima del 5%) y, con ello, incrementó el costo de producción en aproximadamente el 6%; Es
3) después de 5 años de cultivo, se observó una pérdida de productividad del 9% en el volumen final de madera en las plantaciones donde se utilizaron plántulas “pasadas” (tipo D).

Cabe mencionar que existen pocos estudios sobre la calidad de las plántulas forestales y su impacto en las plantaciones, principalmente en la productividad (metros cúbicos por hectárea por año ) al final de la rotación. Dejo aquí constancia de la importancia del trabajo desarrollado por el autor Moreira, en 2020, y el estímulo para que otros trabajos perseveren en evaluaciones a largo plazo.

Dada la debida importancia y mérito del trabajo científico realizado hasta el momento sobre la calidad de las plántulas forestales, debemos preguntarnos: ¿quién es el cliente final o mayoritario del vivero? En particular, creo que es el frente forestal o de siembra. En este contexto, ¿qué consideran los equipos de plantación y los supervisores una plántula de buena calidad?

Me atrevería a decir que esperan una plántula rústica, con un tallo “firme” que aguante las condiciones adversas del campo, así como una plántula con un sustrato bien adherido al sistema radicular, evitando que se deshaga cuando la la plántula no está entubada y en el momento de la siembra; con tallos rectilíneos y con ramas poco ramificadas, para que la plántula no se enrede en el cascabel durante la siembra; y, por último, una plántula que necesita poco riego post-siembra hasta que se establece correctamente en el campo, reduciendo así el número de operaciones forestales.

Un atributo difícil de medir sobre la calidad de las plántulas y que puede tener consecuencias desastrosas para la silvicultura es la sanidad vegetal de las plántulas al momento de su despacho. Este escenario se agrava principalmente si la empresa forestal no es autosuficiente para satisfacer su demanda de plántulas, pasando a depender de viveros de terceros, donde el control de estos patógenos es secundario. Un ejemplo de esto es la propagación de Ralstonia en la mayor parte de Brasil. Aunque el daño causado por este patógeno aún no se comprende completamente, existe una gran preocupación en la industria al respecto.

En un futuro próximo, los viveristas y las empresas forestales deberán reevaluar una serie de procesos utilizados en la producción de plántulas, así como los conceptos de calidad para su siembra en campo. ¿Y por qué? Con el advenimiento de la mecanización, la forestal ya tiene a su disposición algunas máquinas dedicadas a la siembra y algunas otras en fase de prueba en Brasil. Existen sembradoras de cabezales simples y triples, ya en uso operativo en algunas empresas forestales. Por otro lado, existen otras sembradoras en fase de prueba y ajuste para su adaptación y uso en las diferentes condiciones de cultivo en Brasil, con buenas perspectivas de aprobación.

En varias demostraciones y presentaciones sobre el desempeño y calidad de operación de estas sembradoras forestales, un aspecto fue muy evidente: el estándar de calidad de las plántulas necesarias para abastecer estas máquinas debe seguir estrictamente criterios específicos, para que exista un desempeño operacional satisfactorio, justificando la costo beneficioso del proceso de mecanización de la siembra. En resumen, cualquiera de los “desafíos” que aceptaba la silvicultura tradicional en cuanto a la falta de calidad de las plántulas al momento de la siembra, ya no serán aceptados por la silvicultura mecanizada. Esto requerirá previsibilidad, planificación y control estricto de la calidad operativa en los viveros forestales y, principalmente, de la calidad de las plántulas deseada por un cliente más exigente, es decir, por la silvicultura moderna.