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Eduardo Moré de Mattos e Arthur Vrechi

Director de Sostenibilidad y Director de Tecnología en Geplant

OpCP71

¿Cómo avanzar hacia una visión más amplia y sistémica?

Historicamente, a qualidade florestal sempre foi associada à precisão na execução das prescrições silviculturais, medindo a habilidade da operação em cumprir os procedimentos, como se a distância entre linhas e covas está dentro de uma oscilação razoável, se a profundidade do preparo está dentro do limite, entre otros. En resumen, el enfoque siempre ha sido mayor en el proceso.

Sin embargo, ¿cómo podemos inferir si estas acciones y prescripciones están asegurando que el bosque alcance la productividad deseada? Y, más allá, ¿cómo determinamos qué nivel de productividad alcanzar? Aprovechemos el siguiente ejemplo para ilustrar estas preguntas.

Caso 1: La recomendación fue utilizar 1.111 árboles por hectárea. Sin embargo, después de la siembra, se observó que efectivamente había 1.250 árboles por hectárea. Después de 30 días, la mortalidad reportada fue del 5%. La trama falló el control de calidad.
Caso 2: Se cumplió estrictamente la recomendación, 1.111 árboles por hectárea. Después de 30 días, se señaló el 0% de las fallas. Excelencia operativa verificada por los mecanismos de medición de la calidad.

Un campo al lado del otro, mismo suelo, mismo clon, mismas condiciones. ¿Cuál elegirías para ser el campeón de la productividad? Está claro que no podemos simplificar así procesos complejos y que involucran infinidad de factores, como la disponibilidad de plántulas, capacidad operativa, grado de profesionalización, plagas, déficit hídrico, etc. Pero la provocación es válida para reflexionar sobre si estamos adoptando los mejores criterios a la hora de medir la calidad de los bosques. Nuestra intención aquí es invitar al forestal a reflexionar sobre los procesos y retomar las riendas de la silvicultura pensando en cómo crecen los árboles, considerando la calidad también desde la perspectiva del producto.

1. Calidad del proceso versus Calidad del producto: Entendemos que, tan o más importante que el proceso, es la calidad del producto, que en nuestro caso es un bosque bien formado, resiliente que garantizará un eficiente producción de madera u otros productos forestales. Generalmente, partimos de la premisa de que la excelencia de las operaciones garantizará la calidad del producto. Pero esto no siempre es válido, y ahí es precisamente donde están las oportunidades de ganancias.

Sin embargo, siempre ha habido un desafío en este asunto. Tradicionalmente, el indicador utilizado para evaluar la calidad del producto es la productividad misma, el Incremento Anual Medio. Sucede que el Incremento Anual Promedio no es comparable bajo diferentes condiciones, es decir, entre el proceso (silvicultura) y el producto (madera) es el ambiente de producción (suelo, topografía, clima). Y es precisamente la variación en los ambientes de producción lo que no permite inferencias de causa y efecto entre proceso y producto. Es necesario considerar y sopesar la influencia del entorno de producción.

Una solución es adoptar un indicador de calidad del producto relativo en lugar de absoluto, como el Incremento Anual Promedio . Sin embargo, relativizar el Incremento Promedio Anual implica necesariamente otro desafío: establecer una meta de productividad dinámica (para cada campo y rotación).

2. Productividad objetivo (o alcanzable): Establecer la productividad objetivo es un desafío que se encuentra con frecuencia en nuestras conversaciones con profesionales de la industria. Aunque todos estamos sintiendo los cambios climáticos, la productividad de la rotación anterior todavía se adopta como guía. En otros casos, el objetivo es el Incremento Anual Promedio máximo jamás registrado en el pasado, opiniones empíricas de especialistas o la infame productividad de la hoja de cálculo, que nadie sabe a ciencia cierta de dónde salió, pero siempre llega antes de que el proyecto se materialice y permanezca. para el silvicultor “hacer dar”.

El hecho es que es fundamental contar con un proceso robusto, bien definido y dinámico para determinar la productividad objetivo del manejo forestal. Y no solo para generar un indicador relativo de la calidad del producto, como se mencionó anteriormente, sino que es la base de una planificación forestal eficaz y responsable. Aquí es interesante introducir un concepto relevante, proveniente de la teoría de las Brechas de Rendimiento: cuando hablamos de producción eficiente, necesitamos evaluar la calidad del producto no solo por el volumen de madera o Incremento Anual Promedio, sino por la relación de cuánto se produjo (productividad real) en relación con cuánto se podría producir (productividad alcanzable), dado el entorno de producción y las condiciones ideales de manejo.

A este índice de rendimiento lo denominamos Manejo, un indicador que tiene la ventaja de estar estandarizado y permite comparar diferentes condiciones de clima, suelo, edades, tiempos de siembra, etc. En general, hemos encontrado oportunidades para ganar alrededor del 20% con acciones para aumentar el desempeño de la gestión.

Tan complejo como parece todo esto, hoy tenemos herramientas y bases de datos que nos permiten evolucionar, gracias a una comunidad científica dedicada y avances computacionales. Adoptamos la teoría de brechas de rendimiento, modelos ecofisiológicos, sensores remotos, estadísticas, mapeo geográfico y tecnología para resolver este "rompecabezas". Estas fueron las herramientas que elegimos, pero no es el único enfoque, hay varios otros.

3. Medir para gestionar: Como dice el lema de la gestión, lo que no se mide no se gestiona. Sin embargo, es fundamental contar con una revisión crítica de los controles de calidad. ¿Estamos midiendo lo que realmente importa? ¿Qué desviaciones son realmente aceptables? ¿Cuáles son los procesos críticos y su impacto en la productividad? Estas preguntas han sido bastante comunes donde quiera que vayamos.

Muchas de estas respuestas se pueden encontrar en estudios observacionales, analizando las relaciones entre proceso y producto mencionadas anteriormente, después de todo, las plantaciones son un verdadero laboratorio al aire libre. Esto nos permite explorar más a fondo nuestras ricas bases de inventario forestal, identificar, cuantificar y priorizar acciones sobre las brechas de gestión y avanzar hacia una gestión de la calidad forestal más amplia y sistémica.

4. Autorregulación y mejora continua (el cuento de la sopa): Encontrar las no conformidades en el postoperatorio es importante, pero habilitar estrategias para remediar las desviaciones, especialmente en operaciones que no permiten correcciones (preparación de suelos, por ejemplo). ser el foco. Hoy en día, existen soluciones tecnológicas embebidas que generan alertas y permiten ajustes en tiempo real, para asegurar la alineación de plantaciones, control de dosis, tasa de aplicación y superposición de fumigaciones, entre otros.

Como aprendimos de un gran maestro del sector forestal: “La sopa puede estar bien condimentada, preparada con los mejores ingredientes y por el mejor cocinero del mundo, pero si se sirve fría, ¡será horrible!”. Es decir, no basta con medir y solo luego confirmar el cumplimiento o no. Esto genera distancia y fricción entre los equipos operativos (quién hace), investigación, planificación (quién habla de cómo lo hace) y calidad (quién mide lo que se ha hecho). Para nosotros, el enfoque debe ser mucho mayor en la autorregulación y la mejora continua que en la auditoría.

Otro aspecto importante son las relaciones en la subcontratación forestal. Es necesario pensar juntos en inversiones para mejoras y fortalecer las relaciones de asociación. Creemos que sólo cuando existe, de hecho, la formación de equipos (y no equipos), con foco en los resultados del bosque, se expresan los mejores resultados. Finalmente, es fácil concluir que la mayor tecnología a trabajar para garantizar la calidad de los bosques se encuentra en los aspectos humanos y en sus relaciones de interdependencia.